¿Hacia
dónde se inclina la gente hoy día, hacia la humanidad de Cristo o hacia la
divinidad? Para muchos Jesús no es nada más que un hombre; pero al mismo tiempo
se sienten obligados a atribuirle el valor de un Dios, o a reclamar la
divinidad para El en virtud de la inmanencia de Dios en El, o de la morada del
Espíritu en El. La necesidad de las dos naturalezas en Cristo se muestra
esencial en la doctrina bíblica de la expiación.
1.
La necesidad de su humanidad. Puesto que el hombre pecó, era necesario
que el castigo lo recibiera el hombre. Además, la paga del castigo envolvía el
sufrimiento del cuerpo y del alma, en tal forma que sólo el hombre es capaz de
sufrirlo, Juan 12: 27; Hech. 3: 18; Heb. 2: 14; 9: 22. Era necesario que Cristo
tomara la naturaleza humana, no únicamente con todas sus propiedades esenciales,
sino también con todas las flaquezas a las que está propensa desde la caída, y
que de esta manera bajara hasta las profundidades de la degradación a la que el
hombre ha caído, Heb. 2: 17, 18. Al mismo tiempo tenía que ser un
hombre sin pecado, porque uno que fuera pecador y que hubiera arruinado su
propia vida ciertamente no podría hacer expiación por otros, Heb. 7: 26. Tan
sólo un Mediador como El, verdaderamente humano, que tuviera el conocimiento
experimental de las miserias de la humanidad y que se levantara por encima de
todas las tentaciones, podría entrar con toda simpatía a todas las
experiencias, las pruebas y las tentaciones de los hombres, Heb. 2: 17, 18; 4:
15-5: 2, y ser un ejemplo humano perfecto para sus seguidores, Mat. 11: 29; Marc.
10: 39; Juan 13: 13-15; Fil. 2: 5-8; Heb. 12: 24; I Pedro 2: 21.
2.
La necesidad de su divinidad. En el plan divino de salvación era
absolutamente esencial que el Mediador también fuera verdadero Dios. Esto era
necesario, para que
a.Presentara un
sacrificio de infinito valor y diera perfecta obediencia a la ley
de Dios
b. Soportara la ira de Dios con propósito redentor, es
decir, para liberar a los
otros de la maldición de la ley y
c. Pudiera aplicar todos los frutos de su
trabajo cumplido a aquellos que lo
recibieran a El mediante la fe. El hombre
con su vida deshecha no puede pagar el castigo del pecado, ni prestar
obediencia perfecta a Dios. Puede soportar la ira divina, y si no fuera por la
gracia redentora de Dios, la tendría que soportar eternamente, pero no podría
sobrellevarla de una manera tal que pudiera abrirse una vía de escape, Sal 49 :
7-10; 130 : 3.